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Aesop, la marca vegana de belleza apuesta por un interiorismo cuidado con guiños a lo castizo.
Elena Francés - Redactora • septiembre 21, 2022
Cuando Aesop se instala en una ciudad con tienda propia es casi como un favor estético de la marca, un faro de belleza y lujo para ascetas que peregrinan hasta aquí para comprar jabón de manos por 30 € y kits beauty de viaje por 90 €. Por eso no es de extrañar que esta firma de cosmética vegana haya elegido para instalarse el barrio Salamanca, en concreto en el número 51 de la calle Claudio Coello. A tan solo unos metros de Isoleé, una de las pocas tiendas multimarca de Madrid en las que ya se podía conseguir productos de la marca.
Su primer local en la capital no ha sido una excepción en el dispendio habitual a la hora de crear el universo de Aesop, que suele contar con arquitectos e interioristas relevantes del país en el que se instala para crear espacios únicos. Los encargados de unir la esencia de la marca con el acento castizo han sido los estudios Ciszak Dalmas y Matteo Ferrari, ambos con base en Madrid y que ya tenían la experiencia de haber creado otras tiendas en el mismo barrio como Malababa, Hoff o Ambrosia.
Para celebrar la herencia artística y el eclecticismo cultural madrileño han creado un espacio en tonos tierra, con materiales naturales y ligeros arcos revestidos de ladrillo que toman como inspiración la arquitectura neomudéjar de la ciudad.
Los arquitectos querían transmitir, además de calidez, la sensación de las plazas o zonas públicas mediterráneas, en la que el espacio gira en torno al agua. Una gran pila de mármol travertino español rojizo con grifos dorados es el elemento central, pensado para poder probar la mayor parte de los productos y amplificar los olores para que lleguen a la calle e inviten a entrar, uno de los reclamos de la marca.
Mientras los dependientes guían sobre las rutinas de cuidado para los distintos tipos de piel, acompaña la decoración con sillones de la desaparecida marca madrileña de muebles, Darro, en concreto los Toro, diseñados por Javier Fisac en 1965; lámparas vintage sin tulipa; jarrones marroquíes y piezas arty, como el tapiz setentero de la artista catalana María Asunción Raventós. Todo esto como guinda de un proyecto que confirma que Madrid es cada vez un lugar más atractivo para el lujo internacional, en el que el acercamiento al diseño está muy presente.
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