Al final de la historia, una lápida: “Elizabeth II, 1926-2022” | Siempre!

2022-10-09 21:53:35 By : Ms. jessie chen

El lunes 19 de septiembre de 2022, al terminar  los diez días de duelo —incluídos en el minucioso operativo llamado London Bridge: Puente de Londres, dispuesto por el gobierno británico para los días posteriores al fallecimiento de la reina Elizabeth II—, al concluir el entierro de la difunta soberana, en el Castillo de Windsor, en la Capilla Memorial del rey George VI (asimismo hogar espiritual de la Orden de la Jarretera, orden de caballeros fundada por Eduardo III en 1384), donde también reposan los restos mortales de la reina Elizabeth, su progenitora, que murió de 101 años en 2002, los de su hermana la princesa Margarita (1930-2002), y de su esposo, el príncipe Philip, duque de Edimburg (1921-2021), el nuevo rey del Reino Unido de la Gran Bretaña y de otros 14 países de la Commonwealth of Nations, el rey Charles III, se enfrenta a la cruda realidad, la que no goza de ninguna pompa ni circunstancia, con todos los problemas nuevos y heredados que afectan a la sociedad británica.

En pocas palabras, la nueva testa coronada, que durante 73 años fue el heredero al trono, no la tendrá nada fácil. Propios y extraños le auguran un corto y difícil reinado. Fuentes periodísticas circularon la versión de que Elizabeth II convino con su hijo que en caso dado no reinara después de cumplir 80 años de edad. Cierto o no, esta “recomendación” real ha sido muy comentada. Por lo demás, ni las circunstancias, ni su propia personalidad y edad le facilitan el futuro al sucesor de la reina. La herencia que recibe de su madre, sobre todo en la forma de conducir el futuro de la nación es demasiado pesada. Además, muchos de sus súbditos, lo consideran antipático, junto con su consorte, no solo por haber sido su amante cuando el príncipe de Gales era el esposo de la princesa Diana, sino porque la dama en cuestión no tiene “sangre azul”, sino “sangre gorda”.

Lo peor del caso es que cuando los nuevos vasallos del rey Charles III hacen comparaciones con la longeva monarca (muere de 96 años y reinó durante siete décadas y 214 días), las diferencias son inocultables. Elizabeth II cumplió, de principio a fin, cabalmente sus responsabilidades. Dos días antes de morir, recibió oficialmente a la sucesora del ex primer ministro Boris Johnson, Mary Elizabeth Trust, más conocida como Liz Trust, que sería la décimo quinta titular del importante cargo británico. El primero en recibirla fue el legendario Winston Leonard Spencer Churchill, que para el momento, ocupaba por segunda ocasión la casa del número 10 de Downing Street, de 1951 a 1955. Las relaciones entre la soberana y Churchill fueron excelentes; Elizabeth lo consideraba un abuelo sabio y este la veía como “casi una niña” avispada, que captaba rápidamente sus consejos.

Aparte de que parecía reina, lo era. Y las circunstancias le ayudaron a acrecentar su figura. Cuando asumió la corona, la televisión era un nuevo artilugio que propició el surgimiento de personajes disímbolos. Por primer vez en la historia, la televisión inglesa apenas en pañales, haciendo alarde de ingenio y profesionalismo, el 2 de junio de 1953 trasmitió la coronación de Elizabeth; la filmación del evento ese mismo día llegó a Estados Unidos de América, todavía en carretes, como película, a bordo de un avión especial. En aquel momento, el mundo todavía no conocía los avances tecnológicos que ahora existen. A 70 años de distancia, la televisión y otros medios de comunicación volvieron a transmitir el último acto oficial de la reina Elizabeth II, su propio funeral. Y el rey Charles III todavía no es coronado. Aún no hay una fecha para que tenga lugar ese importante acontecimiento. El tiempo actúa en contra del nuevo monarca británico. Ese es el asunto.

Seis años antes de su coronación (el 20 de noviembre de 1947), la princesa Elizabeth, de 21 años de edad, contrajo matrimonio con el príncipe Philip de Grecia, y la histórica radiodifusora BBC de Londres —que durante la Segunda Guerra Mundial fue el medio que informó a Europa y el resto del planeta, por medio de la onda corta, el avance de la contienda—, llevó a más de 200 millones de personas en todos los continentes la primera boda real retransmitida a todo el globo terráqueo. Invitados a la ceremonia matrimonial, fueron 2,000 personajes, de los cuales diez eran monarcas del pleno derecho. Gracias a la famosa BBC, los votos matrimoniales de Elizabeth y Philip se escucharon con más claridad fuera de la abadía de Westminster, en tierras muy lejanas, incluyendo el polémico juramento de “amar, cuidar y obedecer” a su marido, aunque fue ella la que estuviese en la línea de sucesión al trono. Sin duda, la futura reina tenía ángel, algo que no todos sus herederos tienen, incluyendo el ahora Charles III.

Solo por no dejar, hay que decir que los recién casados recibieron casi 10,000 telegramas de felicitación —ahora casi nadie sabe que eran los telegramas—, y más de 2,500 regalos. Incluyendo un cordón de algodón de Mahatma  Gandhi, hecho a mano por él mismo y adornado con las palabras “Jai Hind” (“Victoria para la India”); una máquina de coser Singer y un frigorífico. La reina María obsequió a la pareja un librero, mientras que la principal Margarita les obsequió una maleta para picnics. También un caballo de carreras, la pasión de Elizabeth; una cabaña de caza en Kenia; un televisor (blanco y negro, obvio); un juego de café en oro de 22 quilates; un diamante rosa de 54,5 quilates sin tallar (de manos de un magnate canadiense); un abrigo de visión, cristales  y vajillas poco comunes; y un jarrón.

La austeridad de la postguerra —que no era la misma que “priva” en la austeridad franciscana de la 4T—, hizo que los recién casados disfrutaran su luna de miel en suelo nacional, dividida en dos sitios importantes para las familias de los recién casados. En Hampshire, hogar del tío de Philip, el conde Mountbatten, el infortunado último virrey de la India —que sería asesinado en un acto terrorista del Irish Republicanismo Army (IRÁ)—; y en la finca escocesa de la familia real en Balmoral, donde moriría este año la reina Elizabeth II. Además, pues no podía ser de otra manera, los acompañó en su viaje nupcial, el corgi favorito de la princesa, Susan.

Simples remembranzas. De ese matrimonio sobreviven cuatro hijos, uno de ellos mujer, ocho nietos y 12 bisnietos. En una de las cartas de agradecimiento de la entonces princesa de Gales a sus padres por la boda, Elizabeth escribió: “Solo espero poder criar a mis hijos en una atmósfera de felicidad y amor y cariño similar a la que hemos vivido Margarita y yo”. A lo mejor en esto no cumplió todos sus deseos.

Es posible que ni los británicos, ni muchos otros ciudadanos europeos y de otras partes del mundo vuelvan a presenciar unas ceremonias fúnebres como la que se acaban de realizar en el Reino Unido de la Gran Bretaña. Los periódicos ingleses de días pasados anticipaban que el funeral de la reina Elizabeth sería la “transmisión más vista de todos los tiempos”. Calculaban que la audiencia en todo el mundo podría alcanzar los 4 mil millones de televidentes, cuatro veces superior del número de personas que vio la boda del príncipe Carlos con Diana, la “princesa del pueblo”.

Por todo esto, sin duda, el reinado de Elizabeth II pasa a la posteridad por ser la última monarca global. Millones de británicos tenían claro —así lo demostraron durante los días de duelo por la muerte de “su soberana”—, que su destino no podía ser otro. El funeral de Estado celebrado el lunes 19 de septiembre en Londres fue probablemente la reunión más grande jamás realizada de líderes mundiales, dignatarios extranjeros, miembros de familias reales y líderes religiosos de ambos lados del Atlántico. Todas las ceremonias civiles y religiosas, marcaron jornadas solemnes, sobrecogedoras y majestuosas. Los británicos se pintan solos para este tipo de eventos. Los ritos ancestrales monárquicos, que demuestran, sin recato, la pompa y el boato. El análisis racional de la monarquía dio paso a la fascinación, que estuvo al nivel de la importancia del reinado más largo de la historia de una nación que trata de reposicionarse en el tablero geopolítico después de su salida de la Unión Europea.

De tal manera, como dice Philip Catney, profesor de Política de la Universidad de Keele, con sede en Staffordshire, Inglaterra, en su interesante artículo “El pilar de una nación”: “La segunda edad isabelina terminó y el funeral de Estado marca el paso de una época. La ceremonia, la categoría de los asistentes y su audiencia mundial reflejaron el antiguo estatus imperial del Reino Unido y fueron un recordatorio de ese pasado. La reina Elizabeth II fue un hilo conductor durante casi todo el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, siendo Winston Churchill su primer “premier” , hasta el Brexit. Aunque se han producido algunas protestas aisladas sobre el mantenimiento de un monarca Constitucional —y la preocupación por la forma en la que se han vigilado—, no ha habido una corriente de opinión sobre la introducción de cambios en el papel del monarca en el sistema constitucional de Reino Unido. Carlos III se apresuró a visitar cada una de las partes que componen Reino Unido con motivo de su acceso al trono y a intentar ser una figura unificadora al igual que lo fue su madre”.

“Pero esto no será fácil (agrega Catney). La incertidumbre económica y la inestabilidad política serán las características que definan el inicio del reinado de Charles III. La guerra en Ucrania, así como el Brexit, han expuesto al Reino Unido a importantes desafíos económicos, con un rápido descenso del valor de la libra esterlina y un aumento de la pobreza. Además, los avances nacionalistas en Escocia, Irlanda del Norte y, en menor medida, Gales, plantean claros desafíos a la futura configuración de Reino Unido. Aunque el monarca no desempeña un papel importante en el Gobierno, y el rey ha señalado que no hará declaraciones políticas, tendrá pocos deseos de ver su reinado marcado por la crisis. Con una primera ministra recién nombrada, Liz Truss, que ofrece soluciones políticas radicales a los problemas económicos y el estancamiento del Brexit en relación con el Protocolo de Irlanda del Norte, es poco probable que esas crisis se disipen”.

Otros analistas y críticos de la monarquía británica, como el conocido escritor,  historiador, director de cine y periodista  como el paquistaní-británico Tariq Ali, izquierdista radical que desde su juventud radica en Inglaterra, profundiza en el problema de la sucesión de la reina Elizabeth II y el futuro del rey Charles III, al que no le augura un largo reinado. En un artículo publicado originalmente en The Nation, afirma: “El 9 de septiembre de 2022, Carlos III se convirtió en monarca tras el largo reinado de su madre…El reinado de Carlos no puede ser muy largo, pero el estado actual de Bretaña y la monarquía invita a hacer algunas preguntas. La más importante es si la monarquía puede sobrevivir en caso de que Reino Unido se divida y Escocia decida dejar Gran Bretaña para unirse a la Unión Europea”.

“Por primera vez las encuestas en Escocia —agrega Tariq Ali—, revelan que 49% de su población se quiere independizar. Otros pocos años más de gobierno conservador y esta cifra será de 50%. Un voto mayoritario es favor de la separación en un referendo  obligarla a repensar a Inglaterra, y tal vez, hará que sus gobernantes y  políticos se inclinen hacia una constitución por escrito”…

Abunda Ali: “La monarquía (británica) está dispuesta a ser usada para defender las necesidades del Estado británico como las definen sus políticos, sus servicios secretos, etcétera”…”La familia (real) tiene un largo historial de codearse con dictadores, y Carlos a menudo ha viajado a los estados del Golfo (Pérsico) con su tazón de pordiosero a mendigar dinero para sus fundaciones. “La Firma”, como se dice que los miembros de la realeza se refieren a sí mismos, son un Negocio miserable  que deben cerrar”…”Un monarca es redundante hoy. El verdadero rey de Gran Bretaña  está en La Casa Blanca. La única función de la Casa de Windsor es servir de anticuario de la estructura del Estado británico, en un momento en que se requieren reformas estructurales en todos los niveles. Tal vez tendremos que esperar a que los escoceses le den un empujón al proceso. Después de todo, de ellos surgió James Stuart (el padre de Carlos I), el único monarca de Escocia e Inglaterra que fue un dotado intelectual”.

En fin, dice Tariq Ali: “La monarquía necesita muertes y bodas para su renovación cíclica. Las cámaras de televisión ayudan a crear carisma. Las bodas invariablemente se muestran llenas de dicha. Para cuando los matrimonios colapsen, los recuerdos se han borrado…Este funeral está siendo usado para subrayar la unidad de Reino Unido”.

Muy pronto se verá cuál punto de vista tiene razón. El lunes 19 de septiembre, Reino Unido enterró a su reina, buena parte del mundo rindió tributo a la última monarca global. Elizabeth II no solo hizo historia, sino que se convirtió en Historia en si misma. Ni ella creía llegar al cargo que tuvo que desempeñar casi toda su vida, desde los 25 años hasta los 96. Pero su destino fue claro.

Y al final de la historia, una lápida mortuoria de mármol que tiene grabado lo siguiente: “Elizabeth II – 1926-2022”. VALE.