Se ha comentado en este espacio que la estancia de los emperadores Maximiliano y Carlota en Cuernavaca duró muy poco tiempo, pero sin duda dejó una honda huella en nuestra ciudad. La primera visita que realizó el archiduque fue en diciembre de 1865, motivado por las narraciones del coronel Paulino Gómez Lamadrid, dueño de la Hacienda de San Gaspar, quien le habló sobre la hermosa localidad, elogió su clima y exaltó el carácter de sus habitantes. Esto animó al emperador a enviar, el primero de enero de 1866, a una comisión encabezada por el chambelán Negretti, a quien le encargó preparar la “Casa de la Borda” como residencia de veraneo imperial.
Esta casa fue ocupada en varias ocasiones por los emperadores, entre enero y septiembre de 1866. Carlota estuvo por última vez a finales de junio, ya que en julio partió hacia Europa para no regresar jamás a México. Por su parte, Maximiliano regresó por última vez a finales de agosto a Cuernavaca, ya que el 6 de septiembre tuvo que interrumpir inesperadamente su visita para regresar de inmediato al palacio de Chapultepec. Nunca más volvió.
Debido a las difíciles condiciones que se estaban presentando en el país, se creó una “Comisión de la Casa Imperial” para realizar un inventario de las pertenencias que tenían los emperadores en el Borda, mismo que fue levantado el 2 de noviembre. Mediante este documento de 34 páginas, firmado por los que en él intervinieron, podemos darnos una idea de cómo se encontraba esta casa. Por ejemplo: Las recámaras tenían camas de madera con pabellón de gasa de seda, mesas de noche, tocador y ropero con cubiertas de mármol, además de alfombras, cortinas, biombos, jarrones, litografías, reloj de pared, entre otros objetos. La sala contaba con un piano de Herard (seguramente es Erhard), un espejo grande con cuarzo dorado, un reloj grande, 19 cuadros, 16 sillas, juegos de porcelana, una charola fina dorada, zaleas, etc.
En enero de 1867, las fuerzas liberales, encabezadas por el general Francisco Leyva sitiaron a las tropas imperialista en Cuernavaca, mismas que resistieron hasta el miércoles 27 de enero, cuando evacuaron la ciudad. El sitio dejó un número considerable de muertos y heridos, más de setenta casas fueron incendiadas, además de que hubo innumerables robos y saqueos, lo que dejó en la miseria a muchas familias cuernavacenses.
Entre las casas que aparentemente fueron saqueadas durante estos hechos violentos, se encontraban las propiedades que ocupó el archiduque, la “Casa de la Borda” y “El Olindo”. Así lo consignó el periódico “La Independencia” de Cuernavaca, que decía que “… las autoridades constitucionalistas de aquel distrito habían mandado practicar averiguaciones acerca del robo hecho en la casa del emperador”.
Otra nota de un periódico nacional señalaba: “Después de la caída del segundo imperio, la curiosidad pública fijó su vista sobre la propiedad que ocupara el archiduque Maximiliano, y más tarde en aquellas situadas en Cuernavaca y Acapantzingo. Todos se encontraban perfectamente amuebladas y enriquecidas. Los objetos que contenían fueron comprados con asignaciones escandalosas hechas al príncipe. Por lo que usurparon los votos de estos pueblos, no hay duda alguna de que debían volver a la nación. Acerca de su paradero era no solo conveniente, sino necesario, hacer una indagatoria pronta y eficaz por el juez electo, se temían fraudulentas ocultaciones, a juzgar por la limpieza de dichos edificios, se ignoraba bajo qué órdenes especiales, valiosos de noche por estas calles y por las de Cuernavaca, en hombros de indios facilitados por la prefectura, rumbo a Cuautla y esta capital”.
Cabe señalar que el chalet “El Olindo” en Acapantzingo se encontraba en construcción y nunca se terminó por falta de recursos, mano de obra y materia prima, así que es falso que llegara a estar amueblado.
Lo que pasó realmente con la “Casa de la Borda” nos lo explica en sus memorias el botánico Wilhelm Knechtel, quien acompañó al emperador en su aventura por México. Knechtel señaló que un grupo de colaboradores partieron hacia Veracruz el 21 de octubre y agrega que el emperador “Nos había ordenado limitar nuestro equipaje a lo más indispensable; todo el equipaje mayor ya había sido enviado a Veracruz, donde fue embarcado en el velero alquilado María, con destino a Ragusa, junto con todos los objetos de la corte que regresaban a Europa, entre los cuales también estaban los que habían sido empaquetados en Cuernavaca;….”
En agosto de 1867 el general Francisco Leyva, entonces gobernador del Tercer Distrito Militar, envió una carta que fue publicada por el periódico “El Siglo XIX” el 12 de agosto, en la que aclara que las casas de Cuernavaca no estaban “amuebladas y enriquecidas” y que en el Borda “…nada tenía de rico ni de lujoso, sino por el contrario era bastante corriente y cuanto más podía ponerse en paralelo con el que usan las clases medianamente acomodadas en nuestra ciudad”. Más adelante agregó “…exigí a los individuos a quienes Maximiliano había dejado depositados esos muebles, los inventarios primitivos de ellos con objeto de hacer una confronta respectiva y mandar asegurar, nombrando un depositario en forma”, lo cual consiguió de manera parcial ya que el inventario que obtuvo estaba mutilado.
En conclusión, podemos decir que la “Casa de la Borda” sí estuvo amueblada y adaptada lujosamente como residencia de veraneo de los emperadores, pero cuando el Segundo Imperio perdió el apoyo de los franceses y la situación se complicó, empacaron los artículos más lujosos para trasladarlos a Europa. Así que, al entrar las tropas republicanas a Cuernavaca pensaron que los objetos habían sido robados, asunto que nunca se aclaró del todo.
El museo de sitio del Jardín Borda expuso por algún tiempo artículos y mobiliario de época del Segundo Imperio, c.a, 1995. Archivo Fotográfico Valentín López González.
Por: Valentín López G. Aranda / valentinlopezga@gmail.com
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