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Fue el campeón de cinco Vueltas a Colombia.
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Esta colección arrancó, en 1952, cuando el joven aprendiz de ciclista, a pesar de sus escasos recursos, compró una urna para conservar sus medallas y copas, como él mismo dijo, una “urnita…. para los trofeos de mi vida deportiva”.
Prontamente, esta se quedó pequeña, a las primeras diminutas copas de las victorias iniciales, se unieron todo tipo de trofeos, de diferentes materiales e inesperados formatos y de tamaños cada vez más grandes. Le puede interesar: (Nairo Quintana, tercero; Sergio Higuita, cuarto, en Catalñua) De vasijas en plata, cobre, bronce y otros latones, con pronunciadas orejas, evolucionaron hasta llegar a monumentales piezas con mezclas de materiales como pedestal de madera, mármol y figuras de bicicletas, botellas, columnas de formas clásicas.
Las victorias y galardones crecieron tan rápido y abundante que para albergarlos fue necesario espacio adicional, más allá de una habitación, a la cual llegaron metálicas coronas de laurel, diplomas y pergaminos de variados tamaños, materiales y formatos; insignias, bandas o cintas de distinción; muy diversos y coloridos banderines de variados tipos, motivos y materiales; fotografías y retratos en óleos, acuarelas o carboncillos e incluso una camiseta bordada en hilos oro y plata. Hasta extraños y originales objetos como un bumerán australiano, una antorcha de llama olímpica, un par de sombreros mexicanos o una bendición papal, entre muchos otros. A todos los heterogéneos objetos se agregaron periódicos nacionales, regionales e incluso internacionales; revistas deportivas y de ciclismo, otros diversos impresos, folletos, tarjetas, álbumes fotográficos, periódicos completos, grandes libros de pasta dura con recortes de prensa y revistas en variados formatos. A los premios de las victorias se sumaron objetos voluminosos e impactantes, muchos propios del oficio de ciclista como bicicletas de ruta y pista de reconocidas y emblemáticas marcas como, las francesas 4 Ases, Bertin y Automoto; la sueca Monark o la italiana Legnano, estas dos últimas sus “burritas” consentidas las cuales conservó durante toda su vida. Los caballitos de acero fueron acompañados por partes e implementos como ruedas, tubulares, infladores, repuestos, accesorios, caramañolas en aluminio y plástico con sus soportes individuales y dobles para fijar a la bicicleta e incluso canastas para llevar varias unidades en un vehículo acompañante. A todo lo anterior se sumaron los implementos propios de la práctica del ciclismo en los años cincuenta: vistosos uniformes, camisetas en lana con grandes cuellos y botones, cascos de tiritas (denominado chichoneras en España), zapatillas en cuero perforado con calas clavadas con puntillas, guantes en cuero y lana, gorras y “dorsales” con número para la identificación de los ciclistas en plena carrera.
La colección se desbordó con numerosos objetos internacionales de sus viajes a carreras en Puerto Rico, México, Brasil, Argentina, Estados Unidos, Francia, Australia, Suecia e Italia; país del cual trajo dos motonetas de marca Vespa que fueron pioneras en su género en Colombia, y finalmente muy diversos objetos más de sus aficiones posteriores: el billar y los caballos. La procedencia de los objetos es igualmente heterogénea, además de los organizadores, quienes entregaban premios únicamente a los ganadores, los aficionados y seguidores también premiaban generosamente con copas, variados objetos o algo de dinero en efectivo. A Ramón Hoyos, los aficionados le otorgaron premios por muy diversos motivos relacionados con la afinidad geográfica como ser el primer antioqueño, marinillo o colombiano en el exterior. En los oferentes, también están reflejados los más diversos grupos u organizaciones colombianas de la época, relacionadas con actividades deportivas, sociales, culturales, económicas o incluso militares o religiosas, como por ejemplo de clubes, sindicatos, cámaras de comercio, plazas de mercado, entes públicos -concejos municipales y asambleas departamentales-, empresas de servicios públicos, batallones o regimientos de las fuerzas armadas, un párroco o una parroquia de terminada, e incluso los presidentes de Colombia o Ecuador, entre otros. Muchos colombianos, en los años cincuenta, aportaron significativamente a la colección; así como, hoy en día, se declaran hinchas de los equipos de futbol, en ese momento los aficionados al ciclismo se definían como seguidores de uno u otro ciclista.
La afición a la bicicleta, a las carreras como la vuelta a Colombia, creció y se consolidó a lo largo del país desde la frontera venezolana hasta la ecuatoriana, de Leticia a la costa Atlántica y de muchos lugares le llegaron a Ramón Hoyos cartas, dibujos, poemas, canciones, colecciones de recortes, fotografías, acrósticos, manualidades, escapularios o artesanías con motivos de admiración por el destinatario. Seguidores y seguidoras dejaron en sus testimonios emotivos reflejos de su aprecio y admiración por el primer ídolo popular de escala nacional. Bajo llave, el primer escarabajo colombiano atesoró sus objetos, los conservó de una extraña manera, como si hubiesen sido guardados por dos personas totalmente diferentes. Unos almacenados con el orden y rigor propios de la clasificación de un archivista o documentalista, quien conserva, cataloga y cura documentos para un futuro museo. Otros objetos dejados en bultos repletos como si fueran pertrechos de mil batallas ciclísticas, por lo general camisetas enrolladas como papiros o pergaminos de capitulaciones solo conocidas por su autor. El archivo periodístico también está compuesto por variados y extraños formatos, desde diminutos recortes sueltos de pocos centímetros hasta cuadernillos completos en varios ejemplares, unos en su tamaño y pliegue original, otros enrollados cuidadosamente, cerrados con papel mantequilla, marcados a mano de su puño y letra con año y tema. Como si fuera poco también conservó grandes libros de contabilidad con recortes temáticos de la prensa de los países y carreras. Los diarios representan un testimonio de una época de oro no solamente del ciclismo sino también de la prensa cuando tenían más de una edición diaria, existían varios impresos regionales por ciudad y los de circulación nacional. Los cubrimientos periodísticos del ciclismo y la vuelta a Colombia son difíciles de imaginar hoy en día, llegaron a realizar cuadernillos de veinte páginas, en un tamaño en pliegos casi desconocidos hoy, de ciento dos por cincuenta y ocho centímetros. Las imágenes publicitarias protagonizadas por Ramón Hoyos tienen en la colección, una presencia significativa, tanto en cantidad y como diversidad. Su celebridad fue útil a intereses públicos y privados, lo cual lo convirtió en el principal ícono popular de los años cincuenta en toda Colombia. Un periodo marcado, en gran medida, por la violencia y por una muy elaborada propaganda política que buscaba matizar los avances o logros de los violentos. Todos los partidos y gobernantes trataron de desarrollar imágenes y mensajes alternativos y positivos alrededor de la modernización, la industrialización, los deportes, las infraestructuras como por las telecomunicaciones e incluso sobre la llega al país de nuevos productos para la naciente sociedad de consumo.
El joven Ramón Hoyos fue desde su primera victoria en la vuelta a Colombia en marzo del 1953, un actor protagónico para los intereses de los gobernantes conservadores, liberales y militares. Fue incorporado a las fuerzas armadas e inmediatamente inicia una carrera ascendente y acelerada para convertirse de la mano del ejército en el primer ídolo popular colombiano y su principal representante internacional. Se podría decir que fue “privilegiado y a la vez utilizado” por el gobierno militar del General Rojas Pinilla, quien estructuró e instrumentalizó un amplio sistema propaganda institucional, por medio de la introducción de la televisión nacional, y a la vez, impulsando la internacionalización del deporte y el ciclismo colombiano.
De este paso por tan singular pelotón conservó una cantidad y variedad de retratos, banderines, emblemas y desde luego medallas y trofeos q
En este sentido los pedalistas colombianos en general y el primer escarabajo en particular, fueron actores protagonistas para los fines de las Fuerzas Armadas de publicitar sus ideales de un héroe colombiano, victorioso, guerrero y sobre todo capaz de encarnar el estandarte de la anhelada Paz. De este paso por tan singular pelotón conservó una cantidad y variedad de retratos, banderines, emblemas y desde luego medallas y trofeos que incluso el propio dictador le había entregado. Las publicaciones de fotos del campeón en anuncios publicitarios se fueron incrementando en tamaño y frecuencia a lo largo de los años cincuenta. Alternó sus uniformes de ciclista con elegantes trajes de prestigiosas marcas antioqueñas o incluso los mejores sastres de las fuerzas armadas. Fueron frecuentes las imágenes para los textiles Coltejer y Sedeco, las bicicletas Monark, los zapatos Cauchosol o la inmobiliaria Mesa, entre otras. Además, varias firmas promovieron sus productos en diferentes medios y formatos, de prensa, volantes impresos, banderines, etc., sobre todo las máquinas registradoras Hugin, las motonetas italianas Vespa e incluso las máquinas y cuchillas para afeitar Gillette, sobre las cuales las fotos del exitoso ciclista lo mostraban afeitándose y con la recomendación siguiente: “Yo no pierdo tiempos en las etapas, ni si quiera cuando me afeito, porque siempre uso la máquina Gillette de una pieza…”. Pocas veces los objetos fueron mostrados, en Julio de 1957, una parte los exhibió en Medellín, una reconocida firma de productos de papelería y útiles escolares, Bolivariano. Esta, promovió en la sede de Bellas Artes la exposición de “trofeos y recuerdos del campeón”; allí se cobró por la entrada un peso con cincuenta centavos por adulto y un peso por cada niño. La empresa promotora editó materiales publicitarios, que aún hoy, 65 años después, sorprenden por su calidad. Don Ramón conservó en perfecto estado algunos ejemplares de hojas impresas a manera de “volantes” promocionales del evento; una postal autografiada con una foto del campeón en su bicicleta Monark Refuego, en tamaño carta a todo color. Un folleto, a manera de catálogo de exposición, con una docena de páginas, el cual iniciaba con una breve biografía, describía de manera cronológica los más de 200 objetos exhibidos. La contra portada estaba reservada para los “autógrafos de los 12 participantes antioqueños en la VII vuelta a Colombia”, quienes protagonizaron una particular retirada de la competencia por una sanción con penalización de tiempo a Ramón Hoyos por un supuesto acto indebido de remolque en la sexta etapa. El retiro del equipo completo fue uno de los actos “extra-ciclísticos” más sonados de la denominada “licuadora antioqueña”, aquella generación de ciclistas paisas dominó en el ciclismo colombiano en buena parte de los años 50. El tesoro de Ramón Hoyos, esta mucho más completo de lo imaginable, si bien se han deteriorado o regalado algunas piezas, la gran cantidad de objetos han soportado varios trasteos, las inclemencias del tiempo, y lo más importante, la muerte de su protagonista, en 2014, a sus 82 años. Después de más de setenta años de iniciada la colección, esta se ha convertido en un testimonio único y valioso, mucho más de lo que se podría haber imaginado su iniciador. Finalmente, logró enviar al futuro un mensaje sobre diversos aspectos, los cuales incluso sobrepasan la valoración y el recuerdo de sus logros deportivos y ciclísticos.
Esta colección puede permitir a varios investigadores y cronistas observar algunos detalles, de las relaciones estrechas del ciclismo con diferentes facetas políticas, económicas, sociales y culturales del país en la mitad del siglo XX. Además, la imagen y el recuerdo del ciclista pentacampeón de la Vuelta a Colombia, tiene un par de gigantescas cajas de resonancia asociadas, por siempre, a los espacios del arte y la literatura universal, logrados por la pluma del Nobel Gabriel García Márquez y del pincel del maestro Fernando Botero, quienes lo inmortalizaron de una manera como muy pocos seres lo fueron en la historia mundial del siglo XX. Al convertir una parte de su colección en museo, Marinilla y la familia Hoyos Hurtado dan un ejemplo concreto de como generar acciones para valorar los aportes de nuestros ciclistas a la historia del país y sobretodo hacer que su recuerdo sea útil hoy en día. Donde varias generaciones de jóvenes, en los más apartados y amplios territorios, han luchado a pedalazos para transformar, para mejorar sus vidas y las de sus familias por medio de la bicicleta y el ciclismo, dos componentes que se han arraigado al patrimonio y la identidad de la nación colombiana, durante el siglo XX y con particular fuerza en la actualidad durante la última década. Le puede interesar: (James Rodríguez vive en Catar su 'decadencia futbolística', según Valdano)
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